Transformaciones físicas y sutiles en el camino espiritual

Cuando uno comienza a alinearse con la vida y a vivir de manera más correcta buscando ser cada vez más justo y que sea mayor protagonista el amor, ese hecho de empezar a traer luz a la vida por voluntad propia hace que nos vayamos encontrando con mayor velocidad y asiduidad con el ego, porque comenzamos a ver lo que está en la oscuridad.

Este esfuerzo por vivir más en la luz nos acerca a una purga: empezamos a seleccionar lo que estamos consumiendo y a quitar lo que nos daña, lo que en algún momento albergábamos y alimentábamos pero hoy entendemos que ya no queremos y que no debe ser. Esto empieza a limpiar y a veces viene en forma de enfermedad en donde se equilibran las energías dentro de nuestra vida.

Cuando el espíritu está teniendo más protagonismo comienza a reinar, y el ego, que ya no es quien gobierna, empieza a estar sometido por las fuerzas de esa luz y relegado a permanecer en zonas mucho más alejadas de la vida de la persona. La luz está tomando las riendas, y las energías negativas que acostumbrábamos a manejar con egoísmo comienzan a purgarse a través de algunas enfermedades.

Esto trae un equilibrio de dolor, de padecimiento, de modificaciones físicas.

Si nos molesta y nos desequilibra lo que vemos en los otros, cuánto más todavía lo hará cuando veamos esa realidad en nosotros. Esto nos traerá ciertos desequilibrios que no son sólo mentales sino también físicos y se manifiestan de distintas maneras, podremos perder fuerzas o sentirlas en exceso, porque ahora estamos tomando las energías provenientes de una fuente mucho más pura, del espíritu.

Estaremos dejando de lado al ego que las tomaba y nos daba una parte para que sobrevivamos. Lo importante para él era ser cada vez más fuerte y dejarnos a nosotros con la energía justa y necesaria.

Ahora que entendemos que somos el espíritu y que tenemos a disposición esas energías para administrarlas de manera justa, empezamos a vivir una vida diferente.

A esa búsqueda de salud espiritual, a esa búsqueda de equilibrio interno, a veces se la alcanza transitando un camino de molestias o desórdenes dentro del mundo físico.

Cuando uno empieza a dejar de prestarle tanta atención a lo que el ego dictamina, a ver más la necesidad del otro y a sentirla como propia, de a poco comienza a utilizar la mente para construir en bien de otros. Ese pensamiento más elevado hace que comiencen dentro del propio cerebro -que es el cuerpo físico de la mente- a producirse modificaciones concretas, materiales.

Para un pensamiento más amoroso, más sutil, de una más elevada vibración, se necesitan células cerebrales apropiadas.

 Al darle más espacio a la mente para procesar los impulsos que vienen del corazón, al querer canalizar más luz a través de ella, la mente se encuentra muy limitada para hacerlo con el vehículo tan denso que posee y que estaba acostumbrado a procesar los impulsos del ego. Comienzan a deshacerse células cerebrales para crear otras nuevas, que sean propicias para poder albergar esas formas de pensamiento mucho más sutiles. Tienen que ser células más luminosas.

En ese proceso de muerte de células cerebrales -que estaban siendo siempre utilizadas por el ego- para que puedan ocupar espacio células nuevas que están en condiciones óptimas de procesar y dejar pasar por ellas energías mucho más sutiles, en esa muerte de células viejas y nacimiento de células nuevas, se generan dolores de cabeza.

No siempre la enfermedad tiene que ver con el mal obrar. En muchos casos sí, pero cuando uno comienza a cambiar, cuando uno comienza a hacer las cosas bien, es muy común que haya dolores y malestares físicos.

Tenemos centros de energía, chakras, que están en un cuerpo más sutil y tienen conexión con el cuerpo físico; dependiendo del trabajo que estemos haciendo comenzaremos a procesar más energías a partir de cada uno de estos centros. Y en donde ese centro se encuentra gravitando se verá una afección.

El plexo solar es quien procesa las emociones. Al estar esforzándonos por transitar el sendero de la luz enfrentando al ego comenzamos a quitarle su protagonismo. Comienzan a cambiar, y mucho, las emociones que estamos procesando. El ego empieza a estar desplazado al tomar la luz posesión del espacio, esto genera cierto malestar.

Estamos poniendo luz en un cuerpo que estaba acostumbrado a vivir en la oscuridad. Al estar con las luces apagadas nos acostumbramos a la oscuridad, no vemos, pero nos acostumbramos. Si de pronto se enciende la luz nos genera un malestar, una reacción. Nos lleva un tiempo acostumbrarnos a esa luz, a la intensidad, de a poco comenzamos a ver las cosas con nitidez.

Al organismo no le resulta tan fácil como a la vista, que está más preparada para esas diferencias de intensidad de luz o de oscuridad, le lleva más tiempo. Entonces hay reacciones, hay molestias.

Por trabajo la enfermedad muchas veces es una limpieza, y por falta de trabajo sigue siéndolo.

La enfermedad no está siendo vivida de manera consciente.