Entrevista Revista Mirada Maga – Chile

Daniel Ferminades: Mensajes de humanidad

Su oficio era eléctrico, tenía una vida común, hijo único de dos padres cordobeses. Se esperaba de él una familia y la herencia de la fábrica del padre, pero las experiencias de visualización que empezó a tener en 1984 dieron un vuelco radical en su vida. Tenía que recorrer caminos y dar mensajes a otros. Antes, tenía que aprender cuál era su ego y cuál era la información limpia para dar a conocer a otros.

Daniel Ferminades vino a Chile en octubre y se reunió con quienes quisieran escuchar lo que él aprendió de abrir la conciencia y caminar desde el amor. “Lo hago no fue a partir de una búsqueda, sino que llegó a mí, a través de una experiencia en un momento en que buscaba silencio en las sierras de Córdoba en Argentina. Desde la altura, en ese silencio, se me apareció la imagen de personas reunidas hablando sobre temas que yo nunca había tratado como Daniel y tampoco me interesaban. Era sobre el espíritu y sus alcances”, me aclara.

¿No entiendo, estabas meditando?
-Era una visualización con los ojos abiertos. Veo estas imágenes como si fueran una película, y la primera imagen que es la que tengo muy, muy presente era una persona hablando en medio de un grupo que formaban un círculo en unas calles muy angostas, con ropas muy largas, grises, oscuras; las paredes y casas eran muy humildes, y lo que esa persona hablaba me resonaba mucho; era tan claro lo que decía que no me cabía duda que lo que expresaba era verdad. En un momento pude observar a la persona que hablaba, y era yo, pero con otro rostro.

¿Recuerdas qué cosas eran las que decías?
-Sí, las que hoy vivo. Esas experiencias despertaron en mí mucho interés y lo tomé con naturalidad, no me dio miedo. Y con el tiempo fui tomando fragmentos de esas imágenes, que fueron muchas. Era como que se abría una biblioteca en mi interior, ¡era mucha información! Me daban ganas de saberlo todo. Cuando reaccioné después de muchas horas, y presté atención a mi propio cuerpo y sentí un dolor de cabeza enorme y dije ya no puedo más y las imágenes se terminaron. Después empecé a tener experiencias de desdoblarme, de encontrarme con maestros, que yo después supe que eran maestros.

¿Cómo interpretaste lo que estabas viviendo?
-No tenía ninguna terminología para describirlo, pero si se quiere lo puedo comparar con el momento en que uno está en un sueño y al momento de despertar te das cuenta que lo que soñé son cosas imposibles, pero ahí (en el sueño) parecía todo posible, real y común. Cuando entraba con mi mente, especulando qué era lo que viví, empezaban las trabas, porque cuestionaba la experiencia. Al tiempo, en un estado de meditación, distingo al que yo llamo El Padre, con una barba blanca muy lisa y larga, que me decía que ya era el tiempo de comenzar con mi misión. Me dice que yo tenía un estado de conciencia X y de lo que se esperaba de mí. Habían dos seres que me entregan dos objetos, estaba en un lugar alto, con nieve y me dicen que salga y vuelva al mundo. Veo, desde esas alturas, un valle muy verde y en medio un domo azul con mucha energía, que emitían muchos sonidos, y entendí que era como volver a la humanidad. Y ahí me pregunto, ¿cómo yo, que era un electricista, iba a tener una misión para con la humanidad, si además yo no estudié nada de esto y nunca antes me interesó

¿A eso te dedicabas en esos años, eras electricista?
-Claro, y mi padre tenía una pequeña industria que yo heredaría como trabajo. Había terminado la guerra de las Malvinas y me tocó ir a la marina, estuve en el sur de Argentina. Yo venía de una realidad común, y empecé a analizar cómo podría llevar adelante esta misión que me indicaban en meditación.  Me di cuenta que yo siempre llevaba en mí algo de egoísmo para sacar partido a ciertas situaciones, entonces yo no podría expresar algo puro. Entonces pensé, ninguna persona puede impedirme que yo haga lo que Dios me pide, la única persona que tiene impedimentos para hacerlo soy yo mismo. Cuando me miré hacia adentro, me di cuenta que era un hombre orgulloso, tímido, inconsciente, y fui cambiando todo eso en mí. Cuando entendí que el trabajo era sobre mí, que yo tenía que pulirme, seguí adelante con las experiencias.

¿Y cómo seguiste?
-Tuve otra en meditación, donde yo estaba sentado en una roca, en medio de la vegetación. Abro los ojos y estoy en el desierto, miro todo alrededor, los desniveles, la luz del sol muy intensa, y miro hacia mi lado izquierdo siento que me hablan del lado derecho, y veo a Jesús, que estaba como a 20 metros mío. Cuando lo observo veo que no movía la boca, pero lo que él me dijo es lo que mismo que me había dicho el Padre, es decir, que yo venía con una tarea al mundo. Sentí unas ganas de acercarme para abrazarlo, era como un hermano, no era una cosa de adoración, era más humano y muy amoroso. Me decía que tenía que cumplir con una tarea y me asignaba una responsabilidad que yo no me sentía capaz de realizar, entonces empecé a dudar de la experiencia que estaba teniendo. Tenía claro que lo que tenía que hacer era superarme, y cada vez fui más consciente, debía trabajar en mí más profundo.

¿Cuál sentiste que era tu traba más grande?
-Estaban los miedos, pero no en primer plano, aparecieron otras cosas como que yo salía con una persona a la que sentía que amaba y soñaba el resto de la vida vivir con ella, pero yo entendía que la vida que tendría por delante no iba a ser muy grata para una compañera, porque en realidad para mi estaba primero el servicio más allá de los compromisos humanos-materiales. Era algo fuerte, después estaba el tema de heredar la industria de mi padre, pero yo no podía dedicar todo el tiempo que eso requería. Entonces tuve que decirle no a mi padre con la industria y hubo un conflicto familiar, y otras cosas que iban afectando emocionalmente. Lo que quiero remarcar es que para mí fue definitorio ese mensaje que recibí; estaba dispuesto a dejar lo que fuera.

¿Cuando partes diciendo reúno un grupo?
-En ese momento yo practicaba Kung Fu y Tai Chi, y tenía compañeros vinculados con los temas espirituales. En la cercanía de donde yo estaba, que era en el lugar donde empezaron a haber experiencias ovnis, donde no solo eran luces, sino además había muchas personas que se llamaban “contactados”, entonces pude encontrarme con personas a las que les resonaba mi pensamiento.

¿Hubo momentos complicados?
-Yo vivía estas experiencias de manera natural, pero me di cuenta que para los demás no, entonces fui tratado de excéntrico, desubicado. Empecé a callarme y a distinguir quien de verdad necesitaba la información. Me fui ordenando y con el tiempo fue dar conocimiento a grupos; tenía la misión de poner en duda cosas en las cuales las personas se afirmaban, planteaba otras alternativas o posibilidades y eso ayuda a las personas a comprender que hay otras formas de ver las cosas. Me fui encontrando con personas clarividentes y podían ver lo que pasaba conmigo entonces les daba la tranquilidad o confianza de lo que transmitía y esas personas ayudaron a difundir a otros y así se fueron acercando personas, por lo fenomenológico o por el mensaje.

¿Sobre qué hablas sobre el ser humano en específico?
-Básicamente sobre la poca atención que se le brinda al espíritu y, por el contrario, toda la importancia que se le brinda al cuerpo. Se trata de tomar conciencia de que somos un espíritu que tiene un cuerpo. Primero son los asuntos de el Padre, y después viene lo material, pero cada cosa en su lugar, porque no es que uno importe más que otro, ambos tienen que estar en armonía y en equilibrio. Yo digo estamos en una Escuela y en esta Escuela hay aulas, y cada uno tiene que estar en el aula que le corresponde, porque ahí se imparte la enseñanza que cada uno está en condiciones de asimilar.

Una de las cosas que se habla mucho es el hacerte consciente, ¿que sería eso para ti?
-Es algo que debemos conseguir en cada momento. Para mí es llevar a la práctica lo que vamos reconociendo como verdad, por ejemplo, si ya escuché del mejor nadador del mundo cómo se nada, si ya leí el libro sobre los campeones mundiales de natación, entonces ahora me toca a mí meterme al agua y nadar.  En la práctica aprendo muchas cosas de las que ningún nadador me dijo que iba a pasar, ¡y ahí es donde se toma conciencia! Hay que salir de esa estructura mental de echarle la culpa al otro de lo que me pasa y asumir.

Ser responsable de sí mismo
-Es lo que yo le llamo cargar con su propia cruz. Hay que cargar con los errores del pasado. Uno tiene que cargar y hacerse responsable.


-Asumir mi responsabilidad me pone en la posición de ver dónde estuvo el error y al ver las consecuencias, tengo que comprometerme para no volver a hacerlo. ¿ Cómo hacerlo? Sin dormirme. Tengo que incorporarlo en el corazón y no en la cabeza. Visto de esta manera puedo decir soy culpable, si soy responsable, pero no tiene que ver con eso de golpearse el pecho y decir “por mi culpa”. Una vez tuve una imagen donde yo veía desde las alturas un río de color marrón, era muy ancho, se movía con mucha fuerza, veo turbulencias, olas, y distingo un punto blanco que parecía suspendido. Me doy cuenta que ese río eran personas que se dejaban llevar por la corriente, se golpeaban entre ellos, y ese punto blanco era yo nadando en contra de la corriente. Pero veía que cuando yo avanzaba golpeaba a muchas personas. Ahí comprendí que no podía hacer un camino de amor si al avanzar golpeaba a otros; entendí que hacía esto porque para mí lo más importante era llegar a mi objetivo, sin importarme el costo. Entonces dije no, ¡no puedo avanzar si estoy lastimando a otros! Después me dije, si quiero retornar a la Fuente no tengo porqué obligar a otros que lo hagan ni esperar que otros se corran para que yo pase, el tema era encontrar la forma de llegar a mi objetivo de la manera más amorosa.

Eso tiene mucho que ver con el aquí y el ahora…
-El Padre nos abraza en el presente. La vida nos está dando una lección en el presente y nuestra mente está pensando en lo que hizo antes, en su casa, en otras situaciones y pierde la oportunidad de aprendizaje. Cuando no hay un alineamiento es muy difícil recibir la información que viene desde lo más profundo, eso sólo es en el presente.

¿Qué piensas del momento en que estamos viviendo como humanidad, algunos dicen que es mejor que antes, otros que es el más caótico?
-Es el peor momento de la humanidad, porque en pocos años terrenos ha evolucionado tanto la tecnología, que nos está alejando del prójimo, la humanidad se está separando cada vez más, es decir, no ha crecido al mismo ritmo la espiritualidad de manera de poder manejar adecuadamente esa tecnología para el bien de todos. Antes sabíamos las necesidades del vecino, su nombre, su vida. Como si la libertad se tratara de que cada uno tome su carro. Se está perdiendo el sentido común. El camino es el amor, y el amor es servicio, hay que comprender que yo no pierdo el tiempo si me detengo a ayudar a otros.

Desarrollar su propia maestría
-Para avanzar, la única manera es estar en movimiento, y esto es, paso a paso. Hoy dicen: déjame fluir, como diciendo me dejo llevar por el viento que sople, ¡pero hay que distinguir qué viento es! No da lo mismo cualquier viento.La idea es fluir con el sentido común, usándolo, que nos lleve a una realidad más elevada donde podamos convivir y no competir, por ejemplo.

Este artículo fue publicado por Revista ¨_Mirada Maga¨Santiago de Chile