Amor y dolor, dos grandes maestros.

El Amor siempre trata de darnos la enseñanza de manera amorosa para que tomemos conciencia de porqué el Padre nos marca que ese es el camino.

Cuando uno obra con Amor observa el proceso de una vida con el fin de acompañarla desde el propio Amor, y con la intención de resolver. Cuando no estamos viendo de manera amorosa -para crecer en conciencia, para contribuir desde nuestra individualidad a nivel social, haciendo algo que sea de beneficio para todos- sino que buscamos hacer egoístamente porque nos resulta más fácil, esto traerá dolor, porque no estamos atendiendo la Ley en la que todos debemos vivir, que es la de la Compasión.

Cuando uno vive en la Compasión vive desde el Amor su vida y acompaña, desde su vida, a todas las formas de vida con Amor. Entonces, ya no está tan pendiente y atento a lo que le duele, sino que está más atento al dolor del prójimo.

Hay una conciencia mental, que nos hace entender la responsabilidad que tenemos ante lo que hicimos, y a partir de ahí sentimos culpa. Pero El perdón nunca ha de llegar si uno no corrige su conducta,  si no asume a conciencia lo que ha hecho. Mientras el Amor no esté presente en nuestra vida, el lugar lo ocupará el dolor.

Cuando atiendo sólo mi dolor y no me interesa el del prójimo, es que tengo que hacerme cargo y responsable de mi cruz, porque estoy viendo tan sólo lo que a mí me sucede y no a todos por igual. Eso va formando la cruz, todos los desaciertos a través de la existencia de mi espíritu.

Si hacemos una proyección de lo que es nuestra vida ¿cuánto habremos saldado de deuda y cuánto la habremos acrecentado? ¿Y cómo se acrecienta? No es sólo haciendo cosas malas, no haciendo lo que debemos también se acrecienta.

Siempre tenemos la posibilidad de hacer las cosas con Amor.

Si buscamos hacerlas egoístamente, estamos desatendiendo el Amor, que intenta darnos una enseñanza a través de la experiencia. Cuando no vivimos con ese Amor, lo que nos queda como consecuencia, es padecer el dolor.

El dolor me dará la enseñanza que el Amor no consiguió entregarme, porque no estuve atento.

El Amor me habla de pensar en el bien de todos, el ego me habla de pensar en el mío, o en los que son cercanos a mí. El ego me habla también del amor, pero de un amor más egoísta, que es el amor a los míos, a los que están cerca, a los que yo quiero, a los que me conviene amar, a quienes me dan algo a cambio. Este manejo egoísta nos aleja del Amor divino, y nos acerca más a la mayor parte de las personas de este mundo, que viven de esa manera, atendiendo su ego.

La mayoría de las personas no son malas, pero en su inacción se encuentran pocos hechos de valor en su vida, no han dejado de lado su necesidad por atender la del otro, que con frecuencia será un desconocido. Hemos hecho cosas por  los que están cerca nuestro, eso tiene un valor, pero todavía no trascendimos este escalón para ir más allá, y mirar a todos como semejantes. No se trata de querer irnos muy lejos a servir, o pensar en todos por igual, cuando en realidad todavía no somos capaces de poner el Amor, lo más puro posible, por los que están cerca. Tengo que ir evolucionando de a poco.

El Amor siempre trata de darnos la enseñanza de manera amorosa, para que tomemos conciencia, de por qué el Padre nos marca que ese es el camino. Cuando nos movemos al margen de ese camino, porque no ponemos Amor, lo que nos queda es el otro maestro, que es el dolor. Él nos hace aprender lo que el Amor no pudo.

Si vamos a tomar conciencia de esto, debemos entender que jamás hay que pedir que se aparte el dolor de nuestra vida, porque él está tratando de darnos una enseñanza que, con Amor, no aprendimos. Todos los problemas se presentan para ayudarnos a tomar conciencia, y para ser resueltos. Lo que nos entregan a cambio es conocimiento, es enseñanza, que va consiguiendo que mi sabiduría vaya creciendo y a su vez, que mi Amor cobre, cada vez más sentido.

La vida es un trabajo, no es algo que se vive sólo porque Dios nos la regala. Él nos la ha obsequiado para que tomemos conciencia, de que la única manera de poder vivir eternamente en Paz, es viviendo en Amor.

Quien consagra su vida para ese Amor, tiene que estar siempre dispuesto. El Amor siempre está dispuesto a atender nuestra necesidad cuando lo invocamos, los que no tenemos la disposición, de asumir con conciencia lo que estamos haciendo, somos nosotros.

Tomar Conciencia no es algo que sólo me beneficia a mí, nos beneficia a todos

Daniel Ferminades.

  • ** El siguiente artículo fue compartido en  las siguientes revistas
  •      Revisa Uno Mismo –  Argentina – Marzo 2016 ver publicación
  •      Universo Holísitco – España -N°97 – Octubre 2016 ver  publicación
  •      Revisa Bien de Salud – Perú –  N°48 Perú. Abril 2017 ver  publicación